El domingo pasado mi amigo Edu y yo pasamos la mañana dando un paseo por el
Highgate Cemetery en North London, y dejamos patente el hecho de que en
algunos lugares dedicados a albergar tristeza, a veces la risa no desentona. A
Edu y a mi nos gusta mucho hablar y contarnos cosas, pero para ser honesta a mi
me gusta que él sea el que hable y yo sea la que escuche. Porque hay personas a
las que me encanta escuchar, y Edu es sin duda una de esas personas. Un
cementerio es probablemente uno de los mejores sitios para pensar en la
relación que guardamos con los lugares por los que pasamos y la influencia que
tienen las personas que están ya en ese lugar cuando tu llegas. Yo puedo
afirmar sin miedo a equivocarme que mi vida en Londres empieza a tener forma
por toda la gente que poco a poco se va acercando a mi caminito por el que a veces ando segura y otras asustada. Edu, sin embargo, ya estaba en mi camino, pero
me hace comprender cada día más que los lugares no son nada sin las personas
que los habitan. Y mi Londres, sin duda, sería diferente (y peor) sin sus
historias.
Imágenes: elsoldeinvierno
Bonito homenaje a Edu. Con respecto al cementerio...cruzo los dedos!jajajajjaj
ResponderEliminarPreciosas fotos!
bessis!!DE RAZA.
Me encanta María. Preciosa reflexión. Muerta (nunca mejor dicho) de envidia me hallo de no haber podido compartir esas conversaciones. Me uno al homenaje Eduardiano. Gracias Edu.
ResponderEliminarSiempre he tenido muy claro el poderoso influjo que el dónde ejerce sobre el quién... es un extraño modelaje el que la materia inerte ejerce en el ser. En cuanto a la influencia de las personas... ahí ya veo un curioso y extraordinariamente complejo juego de equilibrios.
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